En su enorme patio se celebraban innumerables partidos en los juegos escolares de sábado por la mañana, a los que el colegio dedicaba una atención especial. Algunos de los mejores jugadores del baloncesto burgalés se forjaron en sus desniveladas pistas, engrosando después las filas del Club baloncesto Tizona o del Gromber.
Hoy en la calle Concepción un monolítico edificio de ladrillo marrón ocupa su ubicación inicial, pero, en el espacio trasero a los mismos, quedan los restos de lo que fue el patio original del colegio Liceo Castilla. Arcos ceñidos a las paredes, zonas de juego, las líneas casi borradas de una cancha de baloncesto y, dicen algunos vecinos que de madrugada suenas los ecos de un balón que bota sobre la línea de tiros libres antes de golpear un viejo tablero casi carcomido, luego, con las primeras luces del alba, voces de niños celebran el final de un partido ganado... de tantos partidos jugados sobre suelos inmemoriales... de tantas risas, esfuerzos..., y fríos sábados por la mañana en la memoria de adolescentes de 40 años. ¡Va por todos ellos!
*No os perdáis el auténtico incunable que Ucraniano se ha encontrado con su habitual mirada genial a la prensa, paradójicamente en un ejemplar actual de El País.