Es de ese tipo de objetos que podrán ser renovados, cambiados, suprimidos, pero que su diseño y sus formas quedan en la memoria colectiva como un auténtico icono de nuestra infancia y adolescencia ochentera. La botella de Casera con tapón de porcelana es signo de otro tiempo; de vino de mesa en vasos de nocilla, del abrir y cerrar casi perfecto del muelle que coronaba la botella, de una bebida llamada Gaseosa que en España se le conoce por el nombre de esta marca, y de botellas que se retornaban en vez de fundirlas después de su paso por un contenedor.
La Casera (Revoltosa que era la competencia prácticamente pasó desapercibida) fue fundada como marca en 1949, pero fue precisamente en los 80 cuando tuvo su máximo apogeo comercial. El cambio de hábitos de los 90, con un aumento de la renta per cápita y la mejora en la calidad de los vinos que se adquirían para los hogares españoles, hizo que entrase en un declive que llevó aparejado también el cambio en el diseño de la botella hacia nuevas formas más comerciales, pero sin el particular encanto de la botella primigenia.
En Burgos todos recordamos la planta que se ubicaba al comienzo del barrio San Pedro de la Fuente (quizá "Karras-Kedo" u otros miembros de la comunidad pueda ilustrarnos sobre si era fábrica o sólo distribuidora) y memorables por su éxito y por ser lo que más identificaba al bar; eran "Los Palizas" de vino tinto con Casera en vaso de tubo, que se servían en "el Rincón" en la Llana de Adentro y que tanta gente del baloncesto burgalés de los 80-90 aglutinó en sus puertas al reclamo de su ingesta veraniega.
En definitiva vestigios en vidrio y porcelana que nos retrotraen a un maravilloso tiempo pasado, de burbujas en el vino, y de míticos anuncios como éste...: ¡Porque si no hay Casera....!
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