martes, 10 de febrero de 2009

LOS RECUERDOS EN UNA VIEJA ESTACIÓN DE LA CALLE MIRANDA. POR JESÚS BORRO FERNÁNDEZ.


Hace unos días recibiamos a Jesús Borro Fernández como autor de la novela Ondas Hertzianas, una obra que analizamos desde la perspectiva que la misma ofrece del mundo del fútbol y la radio en una fabulosa ficción narrada en nuestra ciudad. Hoy es el propio Jesús el que ha querido acercarse a Blogochentaburgos para enviar sus recuerdos de algunos de los aspectos, esperas, y otras muchas características propias de los viajes en los típicos, durante los 80 y todavía hoy, autobuses de línea. Jesús, además, manda uno de los billetes que itilizó en alguna de las ocasiones en que se acercó a nuestra estación.

Jesús Borro Fernández dijo: LOS VIERNES AL PUEBLO

Uno de mis recuerdos más vivos de mi niñez es cuando mis hermanos y yo teníamos que salir un cuarto de hora antes del colegio para poder coger a tiempo el autobús del pueblo. Estos autobuses se llamaban «de línea», porque llevaban una línea de color en sus laterales, en concreto los de la empresa Amaya, que creo que todavía existe, eran de un color azul sucio, cortado en sus costados por una fina línea roja. También hay quien dice que el nombre se debe a que cubrían una línea regular, en mi caso de Burgos a Fromista (sin tilde); yo descubrí que Frómista llevaba tilde cuando dejé de utilizar autobuses de línea, hasta entonces Fromista era un lugar lejano enclavado en una provincia sobre la que no existía mucha información: el límite provincial con Palencia era «la raya», una especie de frontera con impredecibles consecuencias para quien la traspasara; cuando descubrí la verdadera y hospitalaria Frómista, la del románico y el Canal de Castilla, su antecesora Fromista pasó al purgatorio de lugares perdidos de la Historia, como Babilonia o Tartessos.

El primer recuerdo de la estación de autobuses de la calle de Miranda es un espacio descubierto, inmenso, con el sol tostando a los viajeros que esperan sus autobuses cargados de equipajes y viandas. El billete lo expendía el conductor, era un billete minimalista de no más de cuatro centímetros, donde figuraban unos números indescifrables junto con la fecha y el precio del viaje. Lo más llamativo era la especie de pistola sin cañón que utilizaba el conductor para imprimir esos billetes. Por supuesto, se permitía fumar en cualquier asiento, y los amortiguadores del autobús tenían una longeva vida útil, lo que provocaba generalmente una oleada de vómitos entre los viajeros; mi madre llegó a probar todas las posturas que permitían los gastados asientos de eskay para evitar que sus hijos se pasaran el día regurgitando.

Muchas veces el autobús (también se le llamaba «autocar» para distinguirlo de los autobuses municipales de la capital) se calentaba y tenía que parar subiendo el alto de la Herradura para que el conductor echara un vistazo al motor. Los pasajeros más resabidos también bajaban para ofrecer su punto de vista. El ecuador del viaje se encontraba en Castrillo de Murcia, allí siempre se paraba para estirar las piernas, y el conductor y los pasajeros que así lo desearan echaban un chato en el bar que a tal efecto se situaba en la misma carretera. Obviamente no existían los controles de alcoholemia ni la dictadura de leyes actual (imagino que tampoco la iteuve), el chato de vino acortaba las distancias entre el conductor y los pasajeros, en aquellos tiempos ya se habían arrancado la mayor parte de las viñas en los pueblos de la zona, y se estilaba el vino de mesa Roblegordo, inicio de muchos ataques de cirrosis crónica. En el pueblo, el hombre de las gaseosas venía de Palencia repartiendo Fuenteclara para los niños, con aroma de naranja y casco retornable.

Cuando estaba al ralentí, el autobús de Amaya temblaba como un recién nacido después de salir del baño, las fotos siempre le salían movidas, pero fue el autobús de mi infancia, junto con los autobuses municipales con cobrador y asientos de madera, en aquella época no hacía falta promocionar el transporte público, los autobuses casi siempre iban llenos; hoy me han dicho que va medio vacío, espero que nunca desaparezca como los árboles que le escoltaban en su periplo por los Campos Góticos, porque si lo hiciera perderíamos un poco de nuestra niñez.



...y a partir de mañana y aprovechando que el sábado es:

Todas las entradas en...



tendrán que ver con los corazones enamorados, rotos, solitarios, acompañados..., pero siempre con un latir ochentero. Para empezar esta maravilla

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Coño Chuchi,
se está llenando esto de rústicos y plebeyos.

Anónimo dijo...

Yo si hay algo que siempre he odiado de la estación era la concentración de gases a pie de anden de tantos tubos de escape dejando sus cargas espesas a la putuitaria de los usuarios. ¡me daban ganas de vomitar cuando iba a pucela a estudiar!

Anónimo dijo...

Un texto muy evocador, Jesús, y muy auténtico. Recientemente, unos amigos me narraron un viaje en autobús por la selva amazónica perúana y os puedo asegurar que estas aventuras no se diferencian tanto a las que corríamos, no hace tantos años, para acercarnos a la provincia de al lado.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué tristeza he sentido siempre en todas las estaciones de autobús que he pisado.
Dicen, ahora, que se retrasa la nueva de Burgos: no hay dinero.
Así que tenemos la estación de bus y la estación de tren alejadísimas una de otra y creando grandes problemas a sus usuarios.

Anónimo dijo...

Estoy en Las Palmas y desde aqui os mando esta nota, ya que estoy leyendo Manual para viajeros por España y lectores en casa de Richard Ford, publicado por primera vez en español en la década de los 80, y se reeditó el pasado año, en conmemoración del 150 aniversario de la muerte de Richard Ford (1796-1858)

Ediciones Turner 1981 Manual de viajeros por Castilla pag.225 escribe sobre el Libro Becerro de Cardeña del año 1092, donde acompaño una foto que saqué en la biblioteca Zabalburu de Madrid.
Fué salvado por un monje llamado Miguel Garcia, que estaba por casualidad consultándolo cuando llegaron los invasores franceses 10 de agosto de 1808

Anónimo dijo...

Yo por suerte no he frecuentado mucho la estación de buses porque yo era más de la de trenes para ir a Pucela a estudiar. Porque hay que ver que es una estación sucia y poco saludable. La concentración de CO2 tiene que estar seguro por encima del nivel permitido. Lo que sí que me acuerdo de ir a Madrid en la Continental y el bus hacía una paradita para hacer un pis en Buitrago o en "Las Campanas".

Anónimo dijo...

No te olvides de hablar de lo asquerosos y pegajosos que estaban siempre los baños, en la que entrases a la hora que entrases siempre estabas rodeado de los venerables viejetes que se aliviaban gracias a esos baños de la vieja estación de "buses". ¿que sera de ellos ahora?.

Anónimo dijo...

Un saludo Cartulario de CArdeña. No paras¡¡¡¡. De Edimburgos a Las Palmas. Cuál será tu próximo destino y aventura????. Un saludo y ya nos contarás

Anónimo dijo...

Que bonita cancion, no habia podido escucharla hata ahora y hacia mucho que no la oia.Preciosa para un dia como el de ayer