lunes, 17 de mayo de 2010
DISCOTECA ARMSTRONG: Y CADA FIN DE SEMANA... A PERDERSE EN LA PISTA.
Ya la tuvimos con nosotros la temporada pasada..., pero como las cosas buenas perduran, hoy vuelve a Blogochentaburgos una nueva entrada dedicada a uno de los lugares más visitados de los 80 burgaleses: La discoteca Armstrong.
El hecho de que en facebook se haya creado un grupo (insisto en que no hace tanto tiempo lejos de la simplificación de las redes sociales, seguramente se hubiera realizado un blog exclusivo y específico para la Discoteca, posiblemente más completo y desarrollado) ha animado a uno de los más ilustres en esta casa, y a la vez más participativo en el grupo, a enviarnos a todos sus recuerdos anclados en una pista de baile.
DISCOTECA ARMSTRONG: Por Enrique Prieto Heras.
Mira por donde que un día enredando con el Facebook me encuentro con un grupo sobre Discoteca Armstrong en Burgos. No lo dudé un momento y me uní al mismo, lo que me sirvió para que me viniesen a la cabeza los maravillosos recuerdos que guardo de la Discoteca, y de los momentos que pasé allá por los años 80 y primeros 90, y me animase a escribir esta entrada.
Lo primero que llamaba la atención de la discoteca eran las dimensiones de su pista, una macro-pista si la comparamos con la de otras salas burgalesas.
Recuerdo como si lo estuviese viendo ahora mismo la pequeña taquilla, a Félix haciendo guardia en la portería y controlando que nadie se colase, los guardarropas según entrabas a mano izquierda, la barra del fondo, la otra barra, la pequeña barra de madera que improvisaron, la cabina del DJ en lo alto, el escenario…
En mi época de estudiante no me perdía ninguna de las numerosas fiestas que los universitarios organizaban u organizábamos los viernes por la noche.
También era un asiduo de los sábados por la noche. Quedaba con los amigos, tomábamos el café en el Segoviano y si aún era pronto para entrar nos íbamos a tomar la primera copa al Crisis o al Hamilton.
Una vez comprada en taquilla la entrada con derecho a consumición y después de dejar la cazadora en el guardarropas, era el momento de darse una vuelta alrededor de la pista y subir al escenario para comprobar el ambiente. La clientela era de lo más variopinta: grupos de amigos y amigas, parejas, gente joven y menos joven, habituales de la discoteca y clientes eventuales, marineros, soldados, solteros, casados y algún que otro cura despistao.
Era el momento de perderse en la pista y bailar esas canciones magistralmente mezcladas por Freddy, Josele o Adolfo (perdonadme los que no os nombro pero no me acuerdo de más). Canciones bailables que pasaron a ser grandes clásicos y a formar parte de las listas de éxitos de muchas emisoras de radio. Por la pista aparecían Modern Talking, C.C Catch, Pet Shop Boys, Baltimora, Rick Astley, London Boys, Transvision Vamp, Bananarama… la lista sería interminable. También se pinchaba música española: Alaska y Dinarama, Radio Futura, Mecano, La Unión.
En la variada sesión de los sábados por la noche tenían cabida las celebraciones de muchas parejas recién casadas que decidían continuar la fiesta con toda la familia en la discoteca. Desde lo alto de la cabina del DJ, Adolfo solía decir “Hoy se han dicho te quiero Nuria y Javi, Raquel y Miguel, a todos ellos darles la enhorabuena en nombre de Discoteca Armstrong y dedicarles esta canción”. Y comenzaban a sonar las notas del Danubio Azul, que eran acompasadas por los recién casados, bajo la mirada orgullosa y emocionada de sus familias y del resto de la gente. Los más veteranos sabíamos que cuando esto ocurría era el momento en el que se aproximaban los lentos y eso significaba dos cosas: o que engañabas a alguna para bailar o que terminabas en alguna de las barras.
Un servidor terminaba normalmente ahogando sus penas en la barra con unos tragos de lima con vodka (cóctel que era todo un clásico ochentero).La selección musical de los lentos era excelente: Roy Orbison, Glenn Medeiros, Scorpions, Will to Power, Richard Marx, George Michael, Roxette, canciones que forman parte de la banda sonora de nuestra vida y que muchos de nosotros tenemos en el playlist de nuestro mp3 ¿Antes del mp3 hubo mp2 y mp1? Cuando conseguías bailar deseabas que esa selección musical de lentos, con las luces de la bola-espejo, no acabase nunca.
Pero todo termina y volvía otra vez la música disco, mezclada también con pasodobles, sevillanas y otra sesión de lentos que solía suponer la tercera copa de la noche.
Y para cerrar la sesión un clásico del Jazz del padre fundador de la discoteca, Louis Armstrong y su “What a Wonderful World”, que hacía que la vida pudiera ser maravillosa.
Me gustaría dedicar esta entrada a toda esa gente que hacía posible Discoteca Armstrong y que me hicieron pasar los mejores momentos de mi vida. A los DJ´s, relaciones públicas, camareros, taquilleras, guardarropas, porteros, miembros de seguridad, limpieza, a todos gracias.
Y no podía terminar esta entrada sin decir que allá por el año 1.991 en una de esas sesiones de lentos logré engañar a la persona que desde entonces ha compartido conmigo alegrías y tristezas, pero eso ya pertenece a otra década, a otro siglo, a otro milenio…
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4 comentarios:
Curiosisima discoteca, con nombre de astronauta, o de ciclista¡¡¡
Lo siento si notas que paso a comentarte con menos frecuencia, es porque estoy currando y tengo mucho menos tiempo que antes. De todos modos intentaré hacerte al menos una visita y comentario a la semana.
Espero que esto no haga que dejes de escuchar mi programa con la misma frecuencia.
Teminaban con el "hello dolly"
¡Al principio eran 500 pelas entrada y consumición!
Típica de cumples
Hola, soy Freddy..."yo no lo hubiese definido mejor"
Gracias por expresar tan bien ese recuerdo de todos..."Discoteca Armstrong"
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