Con su porte y envergadura majestuosa, observó tranquilo durante 125 años los devenires burgaleses. Ya en los ochenta, y en plena enfermedad, su achacosa existencia no evitó que pudiéramos disfrutar de su magnífica estampa. Él vigilaba los escarceos amorosos de los más afortunados ochenteros que, en los asientos traseros de sus coches (Véase Renault 11, Renault 21, y, los más pudientes Golf GTI entre otros), se daban cita en una rotonda cercana para dar rienda suelta a su fogoso ímpetu. Fue definitivamente talado, pero, cuentan que en los días más ventosos sus vasallos más jóvenes y cercanos doblan su copa y ululan a coro..., en señal de respeto y admiración al espacio dejado por su majestad...
lunes, 19 de noviembre de 2007
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1 comentario:
Siempre recordaré que cuando era muy niño y paseaba con mis padres y mi hermano por la Quinta, parábamos frente al Monín. Era como un homenaje.
Lamentablemente para mi, no tengo anécdotas que relacionen al Monín con el asiento de atrás de ningún coche.
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