viernes, 20 de mayo de 2011

A UNA CANICA SOLA Y ABANDONADA...



¿Herejía? ¿Sacrilegio?, así puede sentirse un ochentero cuando, en estos tiempos de videoconsolas, tabletas y pixels por doquier, uno se encuentra en una acera burgalesa una canica sola..., perdida y abandonada.

Uno que no es padre no puede asegurarlo con rotundidad, pero juraría que muchos niños probablemente no hayan oído hablar nunca de una canica, por lo tanto mucho menos de los diferentes modos de jugar: El gua, los seis hoyos, el circulo, infinidad de modalidades y de partidas en ubicaciones como el parque Santiago antes de su interminable reforma, cuando todo era arena y barro al que los chavales acudíamos con fruición tras salir del colegio.

Había incluso un "mercado negro" de canicas que previamente habían sido hurtadas de la misma arena unas veces al descuido, y otras con ligera intimidación.

Después de verla ahí sola, tan abandonada, no he podido por menos que mirarla con nostalgia y recordar cientos de tardes, decenas de amigos de infancia y pos bocadillo y, por lo tanto...; ¡no podía permitirlo!, tras recogerla con sutileza del mismo suelo donde estaba como si fuera un pajarillo recién caído del nido, se ha venido conmigo a casa que es donde se merecen estar las maravillosas cosas de los 80... ¡con una meca y un ojoguey!



1 comentario:

Anónimo dijo...

Érase una vez cuando la canica costaba la paga del domingo. Recientemente se pone de moda y los chicos cargan con saquitos donde puede haber 30 o 40 unidades. Esto no ocurría antes.