lunes, 2 de mayo de 2011
SOMOS LOS BARES EN LOS QUE HEMOS VIVIDO Y EN LOS QUE HEMOS BEBIDO -Por Carlos Herrera-
Es un artículo aparecido en el suplemento dominical -Osaca- de Diario de Burgos y escrito hace tiempo por el periodísta radiofónico Carlos Herrera, el que hoy se reseña en Blogochentaburgos debido a su formidable contenido y título. Cuando cierra definitivamente la puerta de un bar no cierra sólo un local con cuatro paredes, es algo más...; vamos a verlo.
SOMOS LOS BARES EN LOS QUE HEMOS VIVIDO Y EN LOS QUE HEMOS BEBIDO. -Por Carlos Herrera-
Cuando uno de los bares de tu vida cierra es como si cerrasen para siempre una de las habitaciones de tu casa. Diría más: es como si cerrasen tu propia casa como si fueras testigo del derribo del edificio donde han crecido tus cuitas, tus pendencias, tus horas perdidas, tus minutos ganados, tus tardes en blanco, tus noches de vino, tus mañanas de aceite y cafeína. No se me va de la cabeza la mañana de invierno en que me sorprendió una agencia de viajes en el local en el que mi padre me llevaba a beber un batido de chocolate, después del colegio, en la calle de Salmerón, en Barcelona: fue como si me hubiera traicionado alguien que eternamente debía estar al servicio de mi memoria.
El propietario de un bar nunca acaba de saber lo trascendental que puede haber sido para los parroquianos que han pasado en sus barra o en sus mesas el cúmulo de horas consumidas entre las cuatro paredes de su local. Antes al contrario, cuando lo dejan, suelen hacerlo hasta la coronilla y no desean otra cosa que jubilarse o dedicarse a vivir una vida que, hasta la fecha, ha quedado consumida a servir placer a los demás.
-Definitivamente,somos los bares en los que hemos vivido y en los que hemos bebido-
...Juan cerró sin dar explicaciones previas, sin ceremonia de despedida, sin tiempo de plañideras, sin lágrimas del adiós. Y ustedes dirán que eran viejos, que ya merecían un descanso, que su local era una sangría de perdidas...y yo les diré que por aquí. Nos hemos quedado con un palmo de narices, huérfanos de virutas y huérfanos de silbidos, desorientados de por vida, vagabundos de mediodía, de terraza de noche en las horas tórridas del verano. Nos han hecho la faena del siglo, como a usted se la hizo ese amigo, casi mejor que un familiar que le cerró en las narices la puerta de su abrevadero. Definitivamente, somos los bares en los que hemos vivido y en los que hemos bebido. Somos, un poco, hijos de los silbidos que perdimos.
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1 comentario:
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