viernes, 3 de julio de 2009
Y EN PLENAS FIESTAS...: QUIZÁ FRECUENTABAS EL BAR "LA TEJA". POR ELVIRA RILOVA.
Blogochenta sigue abrazado a la bandera de la fiesta y de ahí el hecho de no realizar entradas diarias. Esta semana, y antes del cierre veraniego que será en la próxima colgando las primeras fotos llegadas al concurso de fotografía, se cambia el orden habitual entrando hoy uno de los bares más recordados que en este caso además tiene connotaciones con los San Pedros, escrito genialmente por una de las grandes de esta casa; Elvira Rilova. El fin de semana será un homenaje a los ochenteros burgaleses ausentes (por aquí pasan muchos y hay que rendirles tributo como se merecen los hijos de La Burgati antes de la carta de ajuste veraniega.
Sin más que desearos que como esta redacción sigáis disfrutando de cada momento, de cada minuto festivo ¡Que siga el espíritu vivo de aquella formidable gente que llenaba Las Llanas cada San Pedro y que botaba con los ritmos más variados allí donde ahora pretenden un consulado joven. ¿Jóvenes...? ¡Para jóvenes nosotros! Faltaría mááááááásssssss...
ELVIRA RILOVA dijo: Uno de los lemas del Blog es somos los bares que frecuentábamos. Si se cumple este axioma, yo debo ser una mezcla entre la cantante de Camela y Ana Botella, cosa que me llena de inquietud. Y es que durante una temporada muy larga, sobre todo en verano, cuando acababa el curso universitario y volvía a mi ciudad, yo fui habitual de la Teja, un pequeño bar, hoy desaparecido, que se encontraba a principios de la Calle Avellanos.
Lo regentaban dos hermanos (Alicia y Luis si no recuerdo mal) y nació como el típico bar de pinchos y vinos para los abueletes de la zona. Pero un buen día, con el resurgimiento (o más bien debería decir, el redescubrimiento) de la Flora y Las Llanas, la calle Avellanos comenzó a cambiar el perfil de sus locales- que apostaron fuerte hacia un público más juvenil y sediento de copas y cervezas-. Así bares como el Cuatro Torres, la Flor o el Burgos, se tornaron locales con vocación de pub, antesala y preludio de los locales de marcha propiamente dichos.
La Teja era pequeñito, castellano y luminoso, y a pesar de eso, se servían copas y pinchaban música de moda a toda pastilla. El ambiente resultaba un tanto raro, porque los parroquianos, habituales desde tiempos inmemorables, se juntaban con los universitarios de Derecho y de la Politécnica. Así no era raro ver al tío Paco -gafas de culo de botella, olor rancio, 75 años cascados por el vinorro y acompañado por su última novieta, una dominicana de profesión más que dudosa- junto a un joven y prometedor futuro abogado con polo rosa de Lacoste.
Los dueños eran generosos con su clientela y con las medidas del ron. La música; estrambótica, por las mezclas que suponían el Caribe Mix y Platero y tu. Unos primerizos Estopa sonaban tras los hits veraniegos de Ricky Martin y El Junco... Pero a nosotros no nos importaba todo este eclecticismo, porque lo principal es que pudiéramos celebrar el reencuentro tras los exámenes de junio, todos juntos, para siempre, ignorantes como éramos entonces de que el trabajo, las bodas, las obligaciones, las distancias y los quehaceres que se cernían sobre nosotros como una espada de Democles, se iban a encargar de separar a aquellos amigos del alma.
El día que supimos que la Teja cerraba sus puertas para siempre , nos cayó como un jarro de agua fría. Al parecer, los hermanos recibieron una buena oferta por el local y nos dejaron huérfanos.
Hoy la Teja no existe y aquella pandilla tampoco. Cuando logramos juntarnos casi todos (siempre hay alguna ausencia) festejamos, tímidos y desubicados, un cumpleaños, un logro profesional o un matrimonio. Muchas veces, entre risas, rememoramos anécdotas de nuestra juventud y este bar, a menudo ocupa un lugar privilegiado en nuestra conversación. En nuestra memoria y por siempre jamás , su recuerdo irá eternamente asociado al fin de los exámenes, a Sampedros, a copas de ponche-lima-cola y sobre todo, a los desternillantes Moonwalks que un colega, que hoy ocupa un alto cargo de la administración, se montaba entre sus muros cada vez que sonaba aquello de "Who´s bad"
Tenía fama de pijo pero sí, fue uno de los imprescindibles (con La Flor) de esa calle en los 90
ResponderEliminarNo me extraña que actuales altos cargos de la administración fueran habituales de ese bar. Allí había más cocodrilos por metro cuadrado que en los pantanos de Florida. Digamos que no lamenté nada su cierre
ResponderEliminarHay un bar en la Subida San Miguel que en los 80 reflejó mucho mejor esa mezcla de parroquianos de siempre con jóvenes apunto de iniciar una larga noche de marcha engullendo una buena hamburguesa casera o un perrito caliente a muy buen precio.
ResponderEliminarCreo que sigue abierto, El Muñoz donde casi inicié mi vida laboral durante unos meses
El Astorga era otro que se recovertió a Cachirulos y demás. Hoy es la favorita. Lo cierto es que esa calle por unos años se transformó de la noche a la mañana y en bares cutrecillos en mu pija. Felicidades¡¡¡¡
ResponderEliminarAy..... este Burgos y sus pijos racistas, que todo lo que suponen más oscuro de lo debido se convierte en sospechoso...
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